Besalú, villa judía

Rememora el pasado judío de la villa condal de Besalú y disfruta de su legado paseando por callejones que testimonian su larga historia.

Estamos en Besalú, un pueblo situado en el sureste de la comarca de la Garrotxa, entre Banyoles, Figueres y Olot. Besalú alberga muchos siglos de historia; la primera referencia de población humana es de hace más de 2.400 años, pasando por varias civilizaciones, de las cuales algunas han convivido y otras se han sucedido. Si bien durante el período ibero, Besalú ya acogía asentamientos humanos, fue en la Edad Media cuando la ciudad disfrutó de su época más gloriosa, a raíz de la creación del condado de Besalú. En esta ruta nos adentraremos en la cultura judía, de la que sabemos que llegó a Besalú hacia el siglo IX y perduró hasta a principios del XV. Durante más de 500 años los judíos habitaron en el barrio que se encuentra junto al río Fluvià. El momento de mayor esplendor fue durante la segunda mitad del siglo XIV, cuando la comunidad judía se independizó de la de Girona, pero decayó a partir del confinamiento de la judería en el año 1391. El antisemitismo aumentó progresivamente entre la población, y la presión a la que se vieron sometidos los judíos forzó su huida de la ciudad o bien su conversión. Empezaremos la ruta en el aparcamiento del puente, ubicado en la orilla derecha del río Fluvià. Antes de cruzarlo conviene echar un vistazo a la otra orilla y contemplar el pueblo de Besalú. En lo más alto de la colina podemos ver el castillo y, si bajamos la mirada, podremos divisar numerosos edificios medievales. En la parte baja de la colina, cerca del río, veremos una plaza. Es la plaza “dels Jueus” (de los judíos), donde había la antigua sinagoga. En esta ruta nos desplazaremos en torno a este punto, el centro neurálgico de la comunidad judía de Besalú. Cruzaremos el puente en dirección al pueblo. Podemos aprovechar el paso de un lado a otro del río para imaginarnos un viaje en el tiempo, aproximadamente quinientos años atrás. Llegaremos a la entrada del pueblo – sin pagar el peaje que existía en la Edad Media – y entraremos por la calle del Pont Vell. Unos metros más adelante, nos desviaremos a la izquierda hasta la plaza dels Jueus, donde estaba la sinagoga. La sinagoga fue construida gracias al privilegio real otorgado por el rey Jaime I el Conquistador, en octubre de 1264. Se convirtió en el edificio público más importante de la judería, donde se rezaba y se leía y explicaba el libro sagrado de la Torah, además de celebrar ahí la reunión de la aljama, la institución de gobierno de la comunidad judía. Hombres y mujeres ocupaban distintos espacios, ya que los buenos asientos de la sinagoga eran muy codiciados. Eran objeto de mercadeo y, a menudo, eran utilizados para cerrar transacciones mercantiles. Al lado este de la plaza estaba la antigua escuela, de la que hoy no se conserva ningún vestigio. La escuela era un pilar importante para la comunidad; el nivel cultural de los judíos era muy superior al del resto de la población. En un extremo de la plaza se encuentra la entrada al mikwa, el baño judío de purificación. Es un tesoro patrimonial, ya que es uno de los pocos del siglo XII que se conservan en Europa. Es una estancia subterránea, de estilo románico, alejada de miradas indiscretas y que invita al recogimiento. En la pared este, se puede observar una ventana de doble derrame y escarpa acusada que ofrecía luz y ventilación. El mikwa se encuentra junto al río, ya que era necesario que el agua entrara directamente para ir renovándola constantemente y no se quedara estancada para garantizar su finalidad purificadora. El ritual de la purificación consistía en bajar los últimos escalones y sumergirse tres veces dentro del agua. Las mujeres judías estaban obligadas a hacer este ritual varias veces a lo largo de su vida, especialmente en fechas señaladas, como las bodas o después de un parto. Reanudando la ruta, iremos de nuevo a la calle del Pont Vell. Junto a la puerta del edificio número 5, veremos un agujero que se utilizaba para dejar la mezuzá, un pergamino con textos para bendecir los hogares. Se cubría con un estuche de piel o de metal y se dejaba dentro del agujero. No es el único que encontramos en el pueblo, en realidad hay dos más en la casa Astruc, propiedad del linaje judío del mismo nombre. Esta casa, actualmente llamada Cúria Reial, está en una calle empedrada que nos conduce hasta el Fluvià: la calle del Portalet. Desde aquí podemos seguir el camino que recorre el río y que nos conduce de nuevo hasta la plaza y la antigua sinagoga. Continuando hacia arriba por la calle del Pont Vell, llegaremos a la plaza de la Llibertat, desde donde sale también la calle Comte Tallaferro. En el cruce con la calle Rocafort hay una casa antigua con un pozo en el exterior. Siguiendo la calle podremos ver la bóveda del portal de la Força. Este portal formaba parte de las primeras murallas que protegían el castillo. El perímetro de estas murallas se fue ampliando a largo del tiempo. Encontraremos una buena muestra de ello en los restos arqueológicos que hallaremos al final de la calle. Tal y como hemos visto, la cultura judía floreció en Besalú, entre la riera Gargantell y el Fluvià, durante los siglos XII, XIII y XIV. Dio lugar a grandes médicos, a una comunidad viva y organizada y a unas relaciones no siempre fáciles con el resto de la población. Finalmente, el fanatismo se impuso y la huida o las conversiones de los judíos de Besalú y de Cataluña no fueron más que el preludio de la expulsión decretada en el año 1492 por los Reyes Católicos en toda la península. Pese a todo, hoy en día, su recuerdo perdura en el rico patrimonio que nos dejó la comunidad judía, y la presencia de los judíos en Besalú todavía resuena entre apellidos actuales como Balmanya, Moshé Besalú, Carcassona o Vides Duran.

Los judíos solo podían hacer su propio pan durante un período del año, los demás días tenían que comprarlo en las mismas panaderías que el resto de la población. Este período tenía lugar por Semana Santa, cuando el fanatismo religioso cristiano los acosaba más intensamente de la muerte de Jesús. Durante la Semana Santa, pues, lo más recomendable para los judíos era no salir de casa ni para comprar el pan.

Recomendación: Que te leas la novela del autor de Besalú, Martí Gironell, El puente de los judíos, ambientada en el siglo XI. Publicada en el 2007, explica la construcción del puente de Besalú por un supuesto maestro de obras lombardo, en medio de una trama llena de pasiones, traiciones, leyendas, luchas entre los condados de Besalú y Empúries y el amor entre el hijo del maestro de obras y la hija de un médico judío. Una intriga que nos conduce por la judería de Besalú y nos adentra en lo que un día fue su cultura y forma de vida en la villa.

Geografía de Besalú: El pueblo de Besalú está situado a solo 150 metros sobre el nivel del mar, en la comarca de la Garrotxa, a medio camino de las rutas que nos llevan desde Olot a Figueres y Banyoles. Está construido en la zona donde se encuentran el Fluvià, el gran río de la comarca, y las rieras Capellada y Garganell, que vierten sus aguas en él.

Historia de Besalú: Besalú es uno de los municipios con más historia de toda la comarca de la Garrotxa. Ha habido asentamientos de cultura celta, ibera y romana. También, ya en el año 870, situamos en Besalú el primer conde de la villa: Guifré El Pilós, a quien la leyenda vincula con el origen de las cuatro barras presentes en la bandera nacional de Cataluña. El condado de Besalú fue independiente durante más de 200 años, hasta que se integró al de Barcelona en el año 1111. El periodo comprendido entre la Alta y la Baja Edad Media fue, para la villa, el más relevante en el mapa político catalán. No obstante, a lo largo de toda la Edad Media, Besalú fue una villa importante y, como veremos en otra ruta, tuvo también un papel relevante en el alzamiento remensa.

Los judíos en Cataluña: Los judíos catalanes eran considerados propiedad directa del rey, lo que los hacía independientes de los nobles y los mantenía al margen del sistema feudal que afectaba al resto de la población. Este hecho se debe a varios motivos; por un lado, entre la población había un sentimiento antisemita bastante extendido, lo que hacía que los judíos buscasen protección en el linaje más alto que podían encontrar: el real. Por el otro, los reyes sabían que la comunidad judía tenía unos conocimientos muy por encima de la población general, capacidad económica para pagar tributos y capital para financiar proyectos. Así que el rey les cobraba unos impuestos especiales y eso libraba a los judíos de pagar los impuestos locales de la población donde residían, lo que no era bien visto por el resto de la población y los poderes locales. Además, la corona y el país necesitaban que alguien ejerciera trabajos considerados impuros para la ortodoxia cristiana de la época, como médicos o prestamistas, así que estos eran reservados para los judíos. Se acepta la idea que la presencia judía en Cataluña empezó en el siglo IX, ya que hay referencias de esta época sobre un judío en Catalunya en tiempos de Carlos el Calvo. En cuanto a la magnitud de la comunidad judía, depende mucho de cada época, pero podríamos decir que la comunidad judía de Barcelona la formaban unas 4.000 personas, la de Girona, unas 1.000 y la de Besalú, entre 100 y 250 personas. A pesar de ser menor en número, la población judía en Besalú era una de las más grandes, con relación al total de habitantes, ya que representaba, por lo menos, una cuarta parte de la población.

Los judíos en Besalú: En las comarcas de Girona, la presencia judía más importante se concentró en Castelló d’Empúries, Girona y Besalú. La primera referencia de la comunidad judía en Besalú es del año 1229, aunque es muy probable que su asentamiento en el pueblo fuera muy anterior. Hasta el año 1342 estuvo unida a la colecta de Girona, lo que significa que las dos comunidades pagaban conjuntamente los impuestos al rey. Después de ejercer mucha presión sobre el rey, este accedió a que decidieran si continuar anexionados a Girona, o no. Por medio de una votación, los judíos optaron por separarse de Girona y crear una institución propia, la aljama. Este acontecimiento coincidió con una época en la que la actividad económica incrementó, lo que, a su vez, benefició la comunidad judía. Fue una época de relativa paz y tranquilidad que permitió a los judíos destacar en varias profesiones y, muy especialmente, en la medicina. La comunidad judía entró en decadencia allá por el año 1391, cuando en toda Europa los nobles y el bajo clero consiguieron desviar la ira del pueblo causada por la peste y las malas cosechas, hacia el pueblo judío. Eso causó brotes de violencia contra los judíos en muchas ciudades europeas. Esta ola antisemita llegó a Catalunya en agosto de 1391. Los dos primeros días de agosto se produjeron ataques contra los judíos en Mallorca, el día 5, en Barcelona y el día 10, en Girona. Aunque no tenemos ninguna referencia de que estos incidentes llegasen también a Besalú, la tensión estaba presente. Pero las proclamas contra los judíos no terminaron aquí y pocos años más tarde, en el año 1415, el papa Benedicto XIII dictó una bula en la que se obligaba a los judíos a vivir exclusivamente dentro la judería. El 8 de octubre de 1415, esta bula se leyó en la calle del Pont Vell de Besalú, en presencia de la aljama y del notario de la villa. Durante 15 días, todos los judíos que no vivían dentro de los límites establecidos (las calles alrededor de la sinagoga) tuvieron que malvender sus propiedades y trasladarse. Ese fue el detonante que causó exilios, conversiones forzosas y el enflaquecimiento de la comunidad judía, hasta que, pocos años más tarde, en 1436, ya no se tiene ninguna constancia de habitantes judíos en Besalú. Así pues, la expulsión de los judíos dictada por los Reyes Católicos en 1492 ya no afectó a los judíos de Besalú, ni apenas a los del resto de Catalunya, ya que se habían ido durante la primera mitad de siglo. Hay que decir que la comunidad judía de Besalú se dedicó principalmente, como en la mayoría de lugares donde se establecieron los judíos, al préstamo de dinero, considerado un trabajo impuro para los cristianos aunque necesario para el buen funcionamiento de la economía. Mientras que en Mallorca fueron famosos los cartógrafos o en Girona la escuela filosófica, en Besalú destacaron en el ejercicio de la medicina. Tanto es así que Abraham des Castlar, originario de Besalú, fue el médico de Pedro III el Grande. Hay referencias que indican que en determinados momentos del siglo XIII, los judíos de Besalú eran un total de 131, y que en algunos momentos del siglo XIV llegaron a ser 220. Eso supone aproximadamente un cuarto de la población total de Besalú, mientras que en el resto del principado de Catalunya representaban tan solo entre un 4 y un 7 % de la población.

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JOCS DE LA PROPOSTA:
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MUNICIPIS DE LA PROPOSTA:
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