Patrimonio industrial

La revolución industrial llegó a finales del siglo XIX y el tren la espoleó a inicios del XX. Sigue las huellas de una época de cambios constantes.

En esta ruta visitaremos fábricas, canales, chimeneas y otras construcciones fabriles que son un testimonio de la economía industrial de la Garrotxa. Viajaremos por la historia, desde los molinos harineros de antes de la Revolución Industrial hasta el impulso económico de la comarca a finales del siglo XIX y principios del XX. Un viaje que se articula a partir de dos de los principales ríos de la comarca: el Fluvià, de Olot hacia levante, y el Brugent, que se adentra en el valle de Hostoles.
El siglo XIX fue una época de cambios en la que se dejó atrás una organización social antigua, muy vinculada a la tierra y que perduraba desde hacía siglos, para abrirse a una nueva manera de hacer las cosas. Es lo que conocemos como la Edad Contemporánea. Aparte de aspectos políticos, como el aumento de las libertades y la expansión de la democracia, estos cambios afectaron directamente al ámbito de la economía y a la vida de las personas. Fue el momento en el que la industria floreció en toda Europa, empezando por Gran Bretaña, sobre todo gracias a la energía eléctrica y a la invención de la máquina de vapor.

En este contexto, Cataluña fue uno de los primeros lugares de la península ibérica en iniciar la industrialización. En un primer momento, la mayoría de fábricas se instalaron en Barcelona y en torno a grandes ríos, como el Ter y el Llobregat. Esta industrialización provocó la aparición de nuevas clases sociales. Por un lado, la burguesía, que eran los propietarios de las fábricas, y por el otro, los obreros.

Al principio de la Revolución Industrial, las condiciones de vida de estos obreros eran pésimas. Trabajaban más de 14 horas diarias en condiciones durísimas y prácticamente no tenían ningún día libre. Eso provocó que los obreros se unieran en sindicatos y comenzasen a luchar para conseguir unos derechos laborales que, poco a poco, fueron adquiriendo.
En la Garrotxa, la industrialización fue bastante importante. Aunque la agricultura y la ganadería eran los sectores que tenían más trabajadores, poco a poco, se fueron creando industrias que se situaban alrededor de los ríos para aprovechar la fuerza del agua. La industrialización en la comarca fue creciendo desde finales del siglo XVIII hasta cerca de los años 1860 o 1870. Después sufrió un duro golpe debido a la inestabilidad de la tercera guerra Carlista y, entre finales del siglo XIX y principios del XX, volvió a crecer sensiblemente hasta que empezó la Guerra Civil. No fue la comarca más industrializada de Cataluña, pero esta etapa tuvo un gran impacto sobre la sociedad y la economía de la Garrotxa.

Uno de los hándicaps que tuvo este proceso en la Garrotxa, tal y como ya se quejaban en aquella época, era la falta de buenas comunicaciones. La única “buena” carretera iba de Olot a Besalú y después se desviaba hacia Figueres o Girona. Esto hacía difícil competir con las industrias de Barcelona, que estaban cerca del puerto para abastecerse y exportar sus productos. Esta falta de comunicaciones se fue paliando a medida que se mejoraban las carreteras y, ya entrado el siglo XX, con la llegada del tren a Olot.

Como contábamos al inicio, el mapa de la ruta nos llevará a seguir el curso de los dos ríos más importantes de la Garrotxa: el Fluvià y el Brugent. Empezaremos por el Fluvià, en Olot, el núcleo industrial más importante de la comarca. La mayoría de industrias se asentaban en la orilla de este río, cerca del puente de Santa Magdalena, que era el mismo lugar donde se alzó la primera ciudad antes de los terremotos del siglo XV. El río se estrecha y crea varios desniveles que las industrias aprovecharon para convertir la fuerza del agua en energía.

Ahora bien, el aprovechamiento fluvial no empezó con la Revolución Industrial, sino muchos siglos antes. Muestra de ello es Can Castellanes, un edificio recientemente reformado que, antes de ser un taller de imaginería religiosa, fue una curtiduría y, como tal, no podía trabajar sin el agua del río.

Un caso singular de estas industrias que se iban instalando cerca del puente de Santa Magdalena fue La Cooperativa. Creada en 1900, fue la primera industria de obreros textiles que surgió de la lucha de los obreros para reclamar sus derechos. Esta lucha provocó que hubiera numerosas huelgas, muchas de las cuales acabaron con el despido de los trabajadores y el compromiso de los empresarios de no volver a contratarlos. Esta situación provocó que los obreros decidieran organizarse y crear una fábrica sin amo. Después de muchos obstáculos burocráticos, finalmente pudieron establecerse en el edificio de la antigua fábrica La Dusol. Más tarde, en 1931 se trasladaron cerca de la plaza Clarà, donde hoy está la plaza Catalunya. De la antigua fábrica solo queda una esbelta chimenea roja que todavía es el testimonio y el recuerdo de un intento de crear industrias a través de cooperativas.

Si seguimos el curso del río Fluvià, llegaremos a uno de los lugares donde la industria se concentra, juntamente con Olot y el pueblo de Sant Joan les Fonts: La Canya. Una muestra de ello es que la iglesia del núcleo está dedicada a san José Obrero. La Canya actualmente es un núcleo dividido entre los términos municipales de La Vall de Bianya, Sant Joan les Fonts y Olot. En esta zona industrial está Can Sabata, una fábrica de hilaturas, y Can Porxes, dedicada a la fabricación de papel. Esta última, sin embargo, se reconvirtió en fábrica de explosivos durante la Guerra Civil española.

Más adelante, en Sant Joan les Fonts, encontraremos uno de los espacios industriales más grandes de la comarca de la Garrotxa, en el polígono de Begudà, con grandes factorías como Noel Alimentaria. Sin embargo, la tradición industrial se remonta a la preindustrialización, con un gran número de molinos harineros reconvertidos con el tiempo en papeleros. Un ejemplo de la industria papelera de Sant Joan les Fonts lo encontramos en la zona del Molí Fondo, donde en un lugar de una riqueza geológica privilegiada, se construyó, en 1723, un molino papelero que aprovechaba la fuerza de un salto de agua de 13 metros de altura. El molino estuvo activo durante más de 200 años y en la última época formó parte de la familia Torras Juvinyà, la cual pudo ampliar su fábrica: Torraspapel. En la década de los años 60 del siglo XX, cesó la actividad y en 2004 Torraspapel cedió el molino y su entorno, de 7.000 m2, al Ayuntamiento.

Si continuamos siguiendo el río, llegaremos a Sant Jaume de Llierca. Es un pueblo antiguo cuyo núcleo se desarrolló en torno a la gran fábrica de hilaturas de la orilla izquierda del río Fluvià: La Brutau. Recibía este nombre porque en 1880 la propiedad de la fábrica, con la utilización del río incluida, pasó a manos de la familia Brutau, que le dio un gran impulso. Fue la primera fábrica textil catalana en introducir hilo de cotón de fibra larga, muy resistente y muy bien valorado. Del edificio cabe destacar la construcción de una sola nave de estilo “shed”, que se convirtió en el icono de las fábricas de principios del siglo XX. La fábrica cerró en 1978 y supuso una gran pérdida para el municipio, puesto que se había convertido en un elemento central de la villa y de la mayoría de sus habitantes. Actualmente, la fábrica sigue en pie, con su característica chimenea, pero ya no hay ningún tipo de actividad.

Antes de abandonar la Garrotxa, el curso del río nos lleva a Besalú, una villa con un vasto patrimonio medieval. Aquí encontramos el molino D’en Subirós, que se reconstruyó en 1755, tal como lo indica la inscripción en el dintel. A pesar de ello, sabemos que muchos siglos antes ya había molinos en esta zona, como lo indica el hecho de que el actual Portal dels Horts se llamara portal Dels Molins.

Queda claro, pues, que el Fluvià, a pesar de ser un río humilde sin un caudal muy abundante, durante muchos años fue muy trabajador. Dicen las crónicas que en el período más vigoroso de la industrialización no quedaba ningún salto de agua que no se aprovechara para generar energía.

Ahora conviene dirigirnos hacia el río Brugent, que baja por el valle de Hostoles hasta encontrar el Ter, ya dentro de la comarca de la Selva. Después del Coll d’en Bas, antes de llegar a Sant Feliu de Pallerols, podemos ir al pozo de nieve. En este caso no hablamos estrictamente de una industria, sino de un almacén fresco, húmedo y umbrío que se utilizaba para guardar hielo y venderlo en épocas calurosas. Está muy claro que este negocio se terminó cuando, con los avances tecnológicos, el hielo y el frío se pudieron obtener por vías más económicas.

Dentro del pueblo de Sant Feliu de Pallerols encontramos el embarcadero y catorce molinos harineros. Aquí podemos visitar el molino de La Conqueta, que nos ayudará a comprender la importancia de este producto en la comarca y, al mismo tiempo, conoceremos cómo funcionaba un molino harinero.

Si seguimos por la Via Verda, que bordea el río, llegaremos a Les Planes d’Hostoles. Antes de ver canales y fábricas de la era industrial, podemos hacer una pequeña excursión hasta el molino de Els Murris, detrás del castillo de Hostoles.
La industria ha marcado profundamente el municipio de Les Planes d’Hostoles. La apertura de la hilatura Dusol, en 1886, significó el impulso de la industrialización de la villa. Un hecho que tuvo muchas consecuencias, desde el crecimiento de la población al movimiento obrero, pasando por la construcción de edificios modernistas. Pero ahora toca centrarnos en las industrias más importantes y los canales que las abastecían. Las industrias textiles tomaban agua de los saltos y pozas y la conducían por canales para generar energía. Actualmente, todas estas pozas han dejado de tener un uso industrial para pasar a tener un uso más lúdico y turístico. Son espacios naturales cuidados y de gran belleza. Entre muchos otros, hay que destacar las pozas de La Plana, utilizada por La Dusol y la de Santa Margarida, justo detrás La Magem, que abastecía a ambas.
En cuanto a las fábricas, todavía hay dos textiles que siguen en pie y que en su momento dieron trabajo a casi todo el municipio: La Dusol y La Magem. La primera de estas, ubicada justo después del pueblo, vivió un periodo de gran expansión y exportación. Eso le permitió superar muchas crisis del textil hasta que, finalmente, en 2012, tuvo que cerrar, dejando sin trabajo a más de 60 personas.

Reanudando la ruta, una vez pasado el puente, encontramos el edificio de la antigua fábrica Magem. Su especialidad eran los vestidos, abrigos y mantas y, durante los años 60 del siglo XX, experimentó una importante expansión. A pesar de ello, la crisis le llegó pronto y tuvo que cerrar a principios de la década de los 80. La Magem fue la fábrica más grande de la villa y llegaron a trabajar allí varios centenares de personas, en su mayoría mujeres. Por lo tanto su cierre supuso una gran pérdida para toda la villa.

La industrialización provocó un cambio social importante en la Garrotxa que, entre otros aspectos, vio aumentar la población de las ciudades al mismo ritmo que descendía en las zonas rurales. Este proceso no se detuvo hasta la década de los años 80 del siglo pasado. Desde entonces, la economía se ha diversificado y, junto con la agricultura, la ganadería y la industria, los servicios se han convertido en un puntal económico y social de la comarca.

Recomendación: La visita a cualquiera de las pozas de Les Planes d’Hostoles. La de Santa Margarida, situada detrás de La Magem, es la menos conocida y visitada, pero tiene un gran interés. Durante gran parte del año es imprescindible realizar reserva previa.

En el siglo XIX, las mujeres lo tenían muy difícil a la hora de tener oportunidades y derechos laborales. El censo publicado por el partido judicial de Olot en 1860 lo deja bien claro. En aquellos momentos, 1.887 mujeres eran sirvientas y 1.022 pobres de solemnidad. También había 413 jornaleras en las fábricas, 188 artesanas y 119 industriales. Imaginamos que las que vivían mejor eran las 18 maestras que había en todo el municipio.

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