Los volcanes de Olot

Descubre cómo los volcanes, además de tener un valor natural de primer orden, también han marcado la historia de la ciudad

Hay muchas formas de descubrir Olot. En esta ruta conoceremos la ciudad a través de sus volcanes. Subiremos hasta la cima para descubrir antiguas torres de defensa y diferentes perspectivas de la ciudad. Así pues, esta ruta es complementaria a otras que también se centran en esta ciudad: El Olot más auténtico y La Garrotxa modernista. Todos los volcanes de Olot, como todos los del Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa, están inactivos, es decir, actualmente no expulsan lava. Pero esto no significa que no puedan volver a hacerlo en un futuro bastante lejano. Empezaremos esta ruta en el edificio conocido como el Hospici a pesar de que nunca se haya utilizado como hospicio. Allí podemos visitar el Museo de la Garrotxa y, después, perdernos un rato por el centro histórico de Olot. En este recorrido veremos edificios singulares, calles con siglos de historia y la vida comercial de una ciudad en ebullición, que complementa el espectáculo con productos locales, artesanos y de calidad en los escaparates. Para subir hasta el primer volcán, podemos pasar por el Firalet, un paseo de principios del siglo XX que fue reformado en 2010 utilizando piedra basáltica de la Garrotxa para rememorar un mar de lava. Antes, debemos visitar el Espai Cràter, el centro de interpretación de los volcanes de la Garrotxa. El edificio, semisoterrado, está situado enfrente al cementerio municipal. Para subir al Montsacopa seguiremos el itinerario señalizado. El Montsacopa se eleva dominando toda la ciudad. Es un volcán estromboliano, con un cráter redondo de 120 metros de diámetro y 12 de profundidad. Su presencia es ineludible desde casi todos los rincones. La capilla de Sant Francesc contemplando la ciudad, es una de las fotografías características de Olot, ¡siempre y cuando la fotografía no esté tomada desde la misma capilla! Desde aquí arriba podremos dar la vuelta al cono volcánico y contemplar unas vistas extraordinarias. Desde delante de la iglesia se domina la ciudad, con el casco antiguo a sus pies y la ciudad nueva que avanza en todas direcciones, eso sí, con unas proporciones contenidas y acorde con el entorno. Mientras que la iglesia mira hacia la ciudad, las dos torres miran hacia el otro lado: una al noreste y otra al noroeste. Estas dos torres se utilizaron para defender la ciudad en época carlista. Eso nos permite entender cómo el volcán, en situaciones de guerra, se usaba como punto elevado para defender la ciudad de los enemigos que querían asaltarla. Después de aquellas guerras, hacia el año 1876, se reconstruyeron por si tenían que ser utilizadas de nuevo para esta función, pero nunca más hizo falta. Hoy podemos subir a ellas y ver la perspectiva que tenían los soldados que defendían la ciudad ¡aunque sin enemigos asediándola! Después de dar la vuelta por la parte superior del cono y contemplar las panorámicas, podremos bajar al cráter por el camino indicado. Antes de iniciar el descenso conviene dar un último vistazo a la ciudad para fijarnos que a uno y otro lado están el volcán de Montolivet y el volcán de Bisaroques, los siguientes puntos en esta ruta. Volveremos a bajar hacia el casco antiguo, hasta la plaza Clarà, desde donde ya tendremos la perspectiva del volcán Montolivet, donde podemos subir a pie por un camino que sale de la misma plaza. Una vez en la cima descubriremos allí otra torre de vigilancia, construida en 1835, también con motivo de las guerras carlistas. Esta es la única torre en la que no podemos acceder, ya que tiene una antena instalada. Desde la cima, el Montolivet ofrece una amplia perspectiva de la ciudad y, también, del Pirineo. Este volcán está alineado con el Montsacopa y el Garrinada, entre la riera de Riudaura y el río Fluvià. En la otra orilla del río, al este de la ciudad, encontramos el volcán Bisaroques, el más pequeño de la ciudad. También encontraremos, en medio del bosque, otra torre de defensa construida durante las guerras carlistas. Todo esto demuestra que la defensa estratégica de Olot, en aquella época, exigía mantener bajo control las torres de defensa de estos tres volcanes que dominaban las vías de comunicación terrestre y fluvial y permitían vigilar un amplio espectro de territorio. Ya hemos puesto los pies en los volcanes, hemos visto sus cráteres y nos hemos hecho una idea de su papel en la historia de Olot. Es un buen momento para disfrutar de un buen paseo hacia los parajes de La Moixina: un lugar mágico, poético y recogido, con un paisaje encantador. Lleno de fuentes, canales, ciénagas, robledos y muros de piedra volcánica, este lugar ha sido fuente de inspiración para muchos pintores y artistas, que lo han inmortalizado en todos los colores que nos regala en las diferentes épocas del año. Siguiendo la Via Verda podemos llegar al conjunto de Pedra Tosca, también conocido como bosque de Tosca, una zona de pequeñas colinas de origen volcánico. Aquí podemos dar un paseo por un entorno de construcciones volcánicas que producen un efecto singular y nos recuerdan cómo las personas han trabajado la tierra durante siglos para ganarse la vida conviviendo con un pasado volcánico. En este parque, cerca del Fluvià, encontramos unos elementos singulares: los sopladeros. Son aberturas en el suelo y entre las rocas por donde sale una corriente de aire fresco. Hoy sabemos que es producto de un fenómeno geológico, pero durante siglos fueron un gran enigma. También hay sopladeros en la zona de Batet e incluso los encontramos dentro de alguna masía. Pero los volcanes son mucho más que una peculiaridad geográfica o geológica. Su presencia ha marcado profundamente la manera de ser de la ciudad de Olot y sus habitantes. Desde los materiales volcánicos que se han utilizado para la construcción de calles, edificios y parques con unas características arquitectónicas peculiares, hasta los paisajes que han influenciado a los artistas de la Escuela de Olot, pasando por la cocina volcánica y los productos propios de esta tierra. Por lo tanto, se hace evidente que los volcanes forman parte también de la cultura de este rincón del mundo llamado Olot.

Recomendación: Que disfrutes de la riqueza botánica de la comarca de la Garrotxa; puedes hacerlo especialmente en dos jardines: en el del Parc Nou y en el del parque de Pedra Tosca. En el primero se recogen las especies más características del Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa y del entorno de la ciudad. En el segundo, hay una muestra de plantas medicinales usadas históricamente para curar o aliviar los males. La curiosidad: Los volcanes de la Garrotxa son los más jóvenes de la península ibérica. Iniciaron su actividad hace 350.000 años, lo cual, en términos geológicos, es poco tiempo, y hace solo 11.000 años que todavía había actividad volcánica. Para tener una referencia: la actividad volcánica en el Empordà sucedió hace 10 millones de años.

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